EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES. ANÉCDOTA 16: UN VIAJE MUY ENTRETENIDO PARTE II.

Que tal amigos del blog: nortonteatro.blog. Yo soy Nortan Palacio, conocido artísticamente y en el mundo picaresco como Norton P.

HEME AQUÍ INTERPRETANDO AL SACRISTÁN REPONCE EN EL ENTREMÉS LA CUEVA DE SALAMANCA DE MIGUEL DE CERVANTES .

EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES.

Vuernes 30 de julio 2021

ANÉCDOTA 16: UN VIAJE MUY ENTRETENIDO. PARTE II.

Decíamos la semana pasada que la vida de Agustín de Rojas Villandrando era tan interesante que se nos antojaba una entrada aparte en nuestro anecdotario. También mencionábamos que esa vida pudiese parecer la de un personaje de novela picaresca y es muy cierto; puesto que la estructura de estas novelas es más o menos como sigue: el pícaro cuenta en primera persona su gestación; nace en una familia pobre, su padre los abandona y por tanto tiene que pasar a servir a varios amos desde pequeño; debe aprender a sobrevivir con engaños, desengaños, burlas, veras, hurtos, ciertas dosis de bondad, de maldad y sobre todo de generosidad; para terminar forjándose una vida digna sobre todas las adversidades. Esta es, señores, a grandes rasgos ‒salvo que nació en una familia con hidalguía‒, la vida de Agustín de Rojas. 

PORTADA DE LA NOVELA PICARESCA POR EXCELENCIA.

La cuenta él mismo en sus libros, sobre todo en El viaje entretenido: en el prólogo intitulado Al vulgo, en algunos pasajes y, mayormente, en varias de las loas que aparecen en él: las numeradas V, VIII y XXVII a esta última la tituló Loa del Caballero del Milagro porque, según él, gracias a muchos actos milagrosos pudo subsistir.

Nació en Madrid el 2 de septiembre de 1572, de origen hidalgo, según cuenta. Su padre tuvo que marcharse con uno de sus hermanos porque su abuelo había dado muerte a alguien en una riña por una mujer. Sin embargo, antes pudo darle algunos estudios; su enseñanza no se prolongó más de cuatro años. Sirvió de paje durante su niñez y a la edad de 14 años abandonó su casa y recaló en Sevilla, de allí se trasladó a Castilleja de la Cuesta y se alistó como soldado para participar en la guerra que entonces libraba Felipe II contra Enrique IV en apoyo de la Liga Católica Francesa: la Guerra de Francia. Se embarcó en San Lúcar de Barrameda para ir a la contienda, pero una tormenta casi deshizo la nave en la que navegaba y la arrastro hasta las costas de Bretaña donde estuvo dos años trabajando en la construcción de un puerto, después se halló realmente batallando y parece que con bastante valor pues se creía merecedor de una bandera. En uno de los periplos, la galera en que navegaba fue tomada por los forzados ‒los criminales a los que se obligaba a remar, como pago de sus condenas‒ que se alzaron contra la tripulación; llevaron la galera a la Rochelle y vendieron a los soldados. Allí estuvo de cautivo sirviendo a un tal Monsieur de Fontena, hasta que la tropa fue canjeada por otros franceses, también cautivos, que arribaron en otro barco español. En lugar de regresar a España se hizo corsario contra las naves inglesas y en esas estuvo dos años hasta que consiguió permiso para regresar en 1594. 

IMAGEN DE UNA GALERA EN LA QUE SE PUEDEN VER LOS REMOS MOVIDOS POR LOS FORZADOS.

Desembarcó en Santander y se trasladó a Madrid donde enfermó y, según cuenta, a punto estuvo de perder la vida. Una vez sanado se fue a Málaga y halló trabajo como escribiente de un pagador que lo llevó a Granada donde estuvo bien comido, vestido y regalado. Cuenta esta anécdota y cómo a su amo lo dieron por su padre, de manera cómica, en el prólogo Al vulgo:

Después de algunos años andando en las galeras, vine a Málaga, donde, buscando un escritorio para descansar, hallé un pagador que me llevó a Granada por su escribiente, donde llegué a tener vestidos y cadenas, que éste fue el primero de mis milagros, y el mayor haber compuesto este libro. Viéndome galán, dieron en decir que le parecía en todo a mi amo con grande extremo, y que sin duda era hijo suyo, y yo tenía entonces veinte y dos años, y él poco más de veinte y ocho: ¡mira como podía ser mi padre! 

Acabado este trabajo volvió a Málaga donde, dice él, siguió viviendo de milagro, y dice bien puesto que las calamidades siempre le estaban al acecho. En medio de una disputa dio muerte a un hombre y tuvo que acogerse a la torre de la iglesia de San Juan donde estuvo sitiado durante dos días. Una noche, el hambre le hizo tomar la espantable determinación de salir a buscar qué comer. En la calle conoció a una mujer que se enamoró de él a primera vista y conmovida por su desgracia se dispuso a comprar su libertad por 300 ducados; con lo que la mujer quedó en la miseria y Rojas tuvo que amarla y mantenerla. Para el sustento tuvo que pedir limosna y escribir sermones a un fraile del convento de San Agustín que cada vez le daba un puchero de vaca y una libra de pan; pero los días que el fraile no lo requería, tenía que robar capas, asaltar huertos y destruir viñas. Claro que fue prendido y forzado a remar en galeras por dos meses. En el barco estuvo a punto de ahogarse una vez y, otra, a ser cautivo de piratas moros, pero escapó porque se escondió en un peñasco por más de nueve horas. Y allí fue donde se determinó a meterse a comediante. Milagros tras milagros.

Estuvo en varias compañías de cómicos de la legua: en la de Angulo (el referido es Angulo el de Toledo, para diferenciarlo del otro: Angulo el Malo, hallado en el capítulo 11 de la Segunda parte del Quijote y que fue autor de compañía de comedia y personaje real) actuando en Ronda y otros pueblos, con la compañía de Gómez en Sevilla y con la de Antonio de Villegas en Granada. Con esta última actuaba cuando ‒ el 31 de mayo de 1598‒ Felipe II decretó prohibir las representaciones de comedias en todo el reino. Entonces hizo otro de los que considera sus mayores milagros; montó una tienda de mercería.

El mayor que yo he hecho en mi vida, hice los días pasados aquí en Granada, cuando quitaron las comedias, que fue poner una tienda de mercería sin entender lo que era, y salí tan bien con ello, que vendía más en un día que otros en toda la semana.

En 1600 se restablecieron las representaciones y continuó en la compañía de Villegas; al año siguiente se enroló en la de Nicolás de los Ríos (con quien aparece en El viaje entretenido) y fueron a Valladolid que entonces era la capital del reino. En Valladolid pasó a la compañía de Miguel Ramírez y estuvo representando hasta 1603, el año en que se aprobó, se imprimió y se publicó El viaje entretenido. El mismo año se casó con Ana de Arceo, de familia acomodada, con quien conviviría en Valladolid. Después de esto, extrañamente, desaparecen sus anécdotas. 

En 1611 publicó otro libro: El buen repúblico, que no tuvo mucha repercusión y entró en el índice de libros prohibidos por la inquisición, ya que en él critica el poder establecido y habla de sus conocimientos en astrología y cábala. Pero lo bueno es que allí nos vuelve a contar partes de su vida. Por él sabemos que dejó la farándula por un desengaño amoroso y se retiró a vivir como ermitaño en la Sierra de Córdoba, pero no recibió la llamada de Dios y se volvió a la vida social. También ‒nuevas desventuras‒ cuenta que por un pleito se arruinó y tuvo que entrar como secretario de un genovés que lo engañó: 

El pleito acabado, mi dinero consumido, entré con un ginovés por su secretario y para escribir en un libro; y en lugar de pagarme mi salario, llevóme mil ducados en dinero; huyóse y dejóme perdido, y tras quedarlo me tuvieron veinte días preso… Y viéndome perdido, determiné venirme a Zamora, donde al presente estoy.

RETRATO DE AGUSTÍN DE ROJAS VILLANDRANDO.

Según Cotarelo, la causa de su residencia en Zamora pudo ser que había comprado allí un oficio de escribano real, pues con él y como notario de la audiencia episcopal aparece en la portada de El buen repúblico. También añade:

Quizá habrá muerto prematuramente y por eso ni Cervantes en El viaje del Parnaso (1614), ni Lope, en la Filomena (1621) ni en El laurel de Apolo (1630), habrán podido mencionarle; pues no era Agustín de Rojas hombre capaz de quedarse obscurecido de haberle durado la vida.     

Dicho esto, nos centraremos en lo que fue su grande y mejor oficio: componer y recitar sus loas. Al parecer escribió más de cien y en El viaje entretenido nos legó cuarenta: treinta y cuatro en verso, y seis (las menos atractivas) en prosa. También escribió una comedia El natural desdichado, basada en los pasajes de las loas en las que habla de su vida en El viaje; la comedia no tuvo éxito en las tablas pues se considera que le falta trabazón entre las escenas, aunque se le alaba la fuerza y originalidad de los personajes (no es de extrañar; el carácter principal está basado en su vida). Por eso, como dijimos la semana pasada, la obra fue copiada y plagiada por grandes autores.

A Rojas se le considera el autor que revolucionó el género de la loa y lo condujo a su éxito. En un principio, las loas se escribían como introitos laudatorios sobre la comedia que se iba a representar o sobre la ciudad donde se representaba o sus habitantes o el público en general; de ahí su nombre. Pero luego tuvieron que evolucionar, en función del gusto del público o de las necesidades de las compañías; querían añadir cosas referidas a la actualidad, relatos de aventuras, vidas de los actores, chistes, etc.; de modo que una loa no sirviera para una obra o un pueblo en particular, sino que pudiese utilizarse en muchas y muchos de ellos. Dice Cotarelo:

Entonces apareció un autor en quién se encarnaron estas solicitaciones del oficio, y que no solo atendió a las comunes exigencias, sino que tuvo la fortuna o el talento de abrir nuevos horizontes a este género literario que no por humilde dejó de producir obras de relativa belleza.

Así, en las que encontramos en El viaje entretenido tenemos: loas dialogadas en las que Rojas aparece como personaje con su propio nombre;  en otras habla de cosas pasadas con sus compañeros de profesión; dos loas sacramentales (para introducir autos); dos en alabanza a ciudades: Granada y Salamanca (aunque él mismo decía que este tipo estaban ya desfasadas); tres loas de presentación de Compañías (dice Cotarelo que Rojas fue el inventor de este tipo de loas que vinieron a ser las más importantes entre todas las clases de loas y que dieron mucha fama a Quiñones de Benavente y Ramón de la Cruz); en una de ellas ofrece la novedad (para la época y el género) de que un mismo actor interpretara varios personajes incluso cambiando de sexo; algunas glosan un estribillo, como la de «todo lo nuevo aplace», repitiéndolo al final de cada estrofa; otra presenta un enigma, dando por inaugurado un subgénero que contaría con mucho éxito: las loas de adivinanzas; y otras alaban a cualquier cosa que se pasase por su cabeza, componiéndolas ‒vuelvo con Cotarelo‒ con ingenio y humor, tales como: loa a la primavera, al amor, a cada uno de los días de la semana, a algunas letras del alfabeto, a los ladrones, a la mosca, al puerco (hablamos de estas dos últimas la semana pasada) y hasta a la familia real (que sería el preámbulo a las después denominadas loas de fiestas reales). Pero las más importantes son las tres que aluden a la historia de su vida, que ya comentamos y, sobre todo, las que se refieren a la historia del teatro español de su época. Al teatro español del Siglo de Oro. Como la II que refiere a los que entraban sin pagar en los corrales; la XVIII que ensalza los trabajos y penurias de los comediantes y, sobre todas las demás, la VIII que él llama Loa a la Comedia. Esta es una historia abreviada del naciente teatro español y sobre todo un documento sin el cual los estudiosos no hubieran conocido a algunos de los más importantes poetas, cómicos y autores pertenecientes al gremio. Dice a este respecto Agustín de la Granja:

Tan es así, que la loa señalada ha servido como fuente de conocimiento de la existencia de algunos actores o dramaturgos cuando no se ha conservado de ellos ningún otro testimonio.

Mirad si tuvo importancia esta loa, este libro, este cómico, este escritor.

Ya dije que me considero seguidor de Agustín de Rojas Villandrando, tanto por su libro como porque tenemos vidas similares: cómicos, pícaros y escritores de Loas. Tanto, que en algunas de las que he compuesto (no tantas como él: 12) le he rendido homenajes: sirva de muestra el inicio de la Loa a la Comedia de Rojas y la Loa al Microclásico de un servidor: 

LOA A LA COMEDIA

Aunque el principal intento

con que he salido acá afuera

era sólo el alabar

el uso de la Comedia,

sus muchas prerrogativas,

requisitos, prominencias,

su notable antigüedad,

dones, libertad, franqueza…

LOA AL MICROCLÁSICO

Así como a la Comedia

elogió Agustín de Rojas,

yo al Teatro Breve también

quiero cantar una Loa.

Luego el principal intento

con que he salido acá ahora

es loar al Teatro Breve:

Microclásicos, señora…

Espero que hayáis disfrutado leyendo esta anécdota, con la que me despido por vacaciones de verano. Volveré con nuevas entradas en septiembre. Si no habéis leído todas las anécdotas, aprovechad el verano. ¡Buenas vacaciones!

Publicado por nortonteatro

Soy Actor, dramaturgo, docente de teatro, filólogo, y doctor en investigación literaria y teatral con una tesis doctoral titulada: El teatro de Quevedo (una aproximación pragmática). Fui miembro fundador de la Compañía Corrales de Comedias Teatro en 1994 y he trabajado con ésta en el corral de Comedias de Almagro por más de 25 años; pertenezco al comité artístico de la Fundación Teatro Corral de Comedias; organizo el Festival de Autos Sacraméntales FAUS; estoy especializado en realizar versiones de entremeses de Cervantes y Quevedo y en escribir piezas breves de carácter barroco (casi todo en verso) para acompañar algunos espectáculos de la compañía: como la Loa al Teatro Breve, Loa a los entremeses de Cervantes, Loa al Auto Sacramental La Hidalga del Valle de Calderón de la Barca, Loa al Carro de los Cómicos o la Mojiganga para el Auto Sacramental El labrador de la Mancha de Lope de Vega.

4 comentarios sobre “EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES. ANÉCDOTA 16: UN VIAJE MUY ENTRETENIDO PARTE II.

  1. Enhorabuena, estimado Nortan. Has rematado el ciclo de entradas y, finalmente, con la segunda parte dedicada al «Viaje entretenido», la biografía de su autor de forma tan admirable como admirada, casi «admirante».
    Muchas gracias por tu trabajo y muy buen periodo estival.

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