EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES. ANÉCDOTA SEXTA: DÍA DE FIESTA POR LA TARDE (UNA JORNADA EN EL CORRAL DE COMEDIAS)

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HEME AQUÍ INTERPRETANDO EL PERSONAJE: EL AMOR DIVINO EN EL AUTO SACRAMENTAL LA HIDALGA DEL VALLE DE DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA.

EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES

ANÉCDOTA SEXTA. 

21 DE MAYO 2021.

DIA DE FIESTA POR LA TARDE

(UNA JORNADA EN EL CORRAL DE COMEDIAS)

El título de la entrada de hoy me lo proporciona el escritor costumbrista Juan de Zabaleta que, en su libro homónimo de 1654, describía la tarde de un día festivo en Madrid con tanto detalle que ha sido fuente donde he hurtado muy mucho para esta anécdota y aunque mi descripción referirá a una representación teatral cualquier día de la semana en un Corral de Comedias he querido añadir el sustantivo «fiesta» puesto que eso significaba el ir a estos sitios para los españoles de los siglos XVI y XVII: pasar una tarde de fiesta. De hecho, actualmente, los académicos que investigan y escriben acerca de las representaciones teatrales de aquella época han acordado llamarle: “Fiesta Barroca”.

RECREACIÓN DE UNA REPRESENTACIÓN EN UN CORRAL DE COMEDIAS DE LA ÉPOCA.

En un principio las representaciones solo se hacían en domingos y festivos; pero fue tal la afición que se inoculó en el populacho español – y luego en todas las clases sociales− que se ampliaron a martes y jueves de todos los meses del año, solo se suspendían en Cuaresma; cuarenta días sin teatro que, al ser el único oció al que podían aspirar todos, se pretendían muy largos y por eso los quince días previos al ayuno −alimenticio y teatral− se admitía que se representara a diario. Lo que fue el germen para que más adelante se instituyese así durante el resto del año.

Las representaciones empezaban a las dos de la tarde en otoño e invierno y a las cuatro de la tarde en verano y primavera. Debían acabar antes de que el sol se pusiera. En cuanto empezaba a oscurecer los corregidores de las villas o el alcalde de corte, que asistían a las representaciones acompañados de dos alguaciles, ordenaban que se suspendiera la representación y se desalojara el Corral, aunque no hubiera terminado la función y no se devolvía la entrada. Aun así, una tarde de fiesta teatral podía durar unas cinco horas o más.

Los motivos que hacían que las representaciones se alargaran eran variados. Primero porque las Comedias solían tener unos tres mil versos repartidos en tres actos lo que contado en tiempo vendría a suponer casi tres horas. Estas comedias tenían tantos versos porque los escritores sabían que al público le gustaba estar en el Corral, entonces añadían escenas reiterativas; a veces un personaje contaba a otro algo que ya había pasado en escena antes: por lo regular eran las escenas con las que se iniciaban el segundo y tercer acto puesto que, en lo interludios, el público podía perder el hilo. También había escenas laudatorias en las que se retrataba a personajes de la familia real, a damas y caballeros nobles, se describían palacios o fastos reales; así los autores intentaban granjearse algún mecenazgo y el público soñaba asomarse a las dependencias reales al escuchar lo descrito. Y, finalmente, las escenas noticiosas −era costumbre ir a los corrales a conocer la actualidad− como aquellas en las que se relataban batallas o visitas regias a lejanas tierras que conformaban el vasto Imperio español.

Luego, estaban las representaciones de los géneros breves con las que se aderezaban las comedias. Antes de empezar uno o dos actores representaban una Loa, por lo regular unos versos para regalar los oídos a los asistentes y pedir su benevolencia o para laudar la villa donde se estaba representando. Después vendría el primer acto de la comedia y a continuación un Entremés, una pieza en clave de farsa de carácter satírico o burlesco criticando varios estamentos de la sociedad; después, el segundo acto y entre éste y el tercero una Jácara, pieza por lo general cantada en la que se narraban aventuras de gentes de bajos fondos como jaques y prostitutas; después el tercer acto y, finalmente, un Baile, subgénero también teatral: cantado y bailado. Hay que decir que el público disfrutaba estas representaciones intercaladas con gran gusto. En un artículo escrito por Pablo Rodríguez Canfranc dice:

Para el público no eran estas piezas, llamadas de teatro menor, de interés secundario, pues no pocas veces el éxito o fracaso de la obra principal representada dependía de lo que gustasen, entre el público asistente, estos interludios o apéndices.    

UNA REPRESENTACIÓN ACTUAL EN EL CORRAL DE COMEDIAS DE ALMAGRO, VISTA DESDE LA CAZUELA DE LAS MUJERES

Si a las tres horas de Comedia le añadimos cinco minutos de Loa, diez minutos de Entremés, otros diez de Jácara y cinco del Baile, con sus correspondientes preparativos; estaríamos hablando de casi cuatro horas. Pero es que, además, no pocas veces se formaban reyertas o pendencias −sobre todo entre los belicosos mosqueteros− y había que parar la representación hasta calmar los ánimos. Sucedía también que si alguna escena lograba cautivar al público no era inusual que empezaran a aplaudir pidiendo un bis, hasta lograr que dicha escena se repitiese. Pero si se daba el caso contrario, los actores recibían la crítica en forma de hortalizas lanzadas por los hombres sin cortarse un ápice y las mujeres, que acudían con pitos y manojos de llaves, los hacían sonar con contundencia. Miguel de Cervantes da cuenta de ello en su Prólogo a ocho comedias y ocho entremeses nuevos:

Compuse en este tiempo hasta veinte o treinta comedias, que todas ellas se representaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni barahúndas.

Después de la queja del público, habría que liberar el escenario de lechugas tomates, cáscaras de pipas, etc.; antes de continuar la representación.

Finalmente, las condiciones meteorológicas podían influir en el ensanchamiento de aquel tiempo. El techo de los corrales solo alcanzaba los corredores y el escenario, con lo que el patio de los mosqueteros quedaba a la intemperie y se cubría con varios toldos que se iban corriendo y descorriendo según el movimiento del sol, para facilitar que el escenario siempre quedase con más luz, pero sin cegar a los actores; de cualquier modo, esos toldos no protegían del agua y si se desgajaba un aguacero había que parar y recolocar a los hombres debajo del zaguán o parapetarlos cerca de  las gradas de los artesanos, antes de continuar la nunca acabada función. 

Pero, como digo, al público le gustaba estar allí y pasar su tarde de fiesta. De hecho, solían llegar con bastante antelación para coger sitio, puesto que no había numeración de sillas ni limitación de aforo por lo que se hacían necesarios varios trabajadores en el corral −lo que hoy en día denominaríamos personal de sala, aunque con notables diferencias en sus obligaciones−. Estaban los apretadores: se encargaban de empujar a las mujeres de la cazuela hasta apretujarlas para que cupiesen más; o en los bancos corridos de las gradas, si no había hueco, el apretador se sentaba encapsulándose entre dos de los ya sentados y los hacía desplazarse hasta conformar otro sitio para un nuevo espectador: todo el que tuviera con qué pagar podía entrar y todo el que pagara por sentarse tenía que sentarse. Ante estas disyuntivas también habría que tener mantenedores del orden: que eran unos mozos recios armados con garrotes que imponían temor haciendo sonar sus palos contra las barandillas. También había vendedores de comida y bebidas a los que se les llamaba alojeros, por la aloja, la bebida refrescante que más vendían.

Allí se comía, se bebía −el alcohol al igual que las armas estaban prohibidos dentro de los Corrales, pero se tiene noticia de que aquello debía ser papel mojado−; unos iban a ver, otros a dejarse ver y la mayoría a entrambas cosas. Era sitio para enamoriscar como bien da cuenta de ello Juan de Zabaleta en su Día de Fiesta por la tarde; dice que entre los hombres y las mujeres tenían ciertos códigos gestuales para dar a entender quién gustaba a quién, lo que se remataba con el envío de un papel; cuenta que los alojeros ganaban más dinero llevando esquelas desde el patio hasta la cazuela de las mujeres, que vendiendo sus productos.

Sin embargo, no todo era celebración y alegría; había muchas regulaciones para el teatro y grandes discusiones acerca de su licitud. Las regulaciones cambiaban dependiendo de quién censurara, atacara o elogiara. Por lo regular los religiosos estaban en contra; pero el hecho de que, con el dinero recaudado con las entradas que no era moco de pavo, se gestionaban los gastos de cofradías que actuaban como mutualidades y se sufragaban hospitales para que pudiesen atender gratuitamente a toda clase de gente; hacía que los religiosos, que gestionaban estos sitios, mantuvieran un tira y afloja en el que el Teatro solía salir victorioso. Es decir: los primeros esbozos de Seguridad Social en España se crearon gracias al Teatro.

Pero, sobre todo, el gusto del pueblo por asistir a estas Fiestas hizo que el arte teatral español, en los mencionados siglos, alcanzara cotas (tanto en número de autores geniales, de obras escritas −solo Lope de Vega decía que escribió más de mil, de las que se conservan casi quinientas− y representadas, de invenciones técnicas y escenográficas y número de comediantes de alto nivel); nunca logradas en ningún tiempo ni en ningún lugar del mundo como las que se consiguieron en la Fiesta Teatral del Siglo de Oro Español.

LAS FIESTAS, QUE EMPEZARON SIENDO POPULARES EN LOS CORRALES DE COMEDIAS, SE CONVIRTIERON EN INMENSAS DEMOSTRACIONES DE ARTIFICIOS Y LUJOS CUANDO SE MUDARON A LOS PALACIOS DE REYES Y NOBLES.

Nos vemos la próxima semana. 

Publicado por nortonteatro

Soy Actor, dramaturgo, docente de teatro, filólogo, y doctor en investigación literaria y teatral con una tesis doctoral titulada: El teatro de Quevedo (una aproximación pragmática). Fui miembro fundador de la Compañía Corrales de Comedias Teatro en 1994 y he trabajado con ésta en el corral de Comedias de Almagro por más de 25 años; pertenezco al comité artístico de la Fundación Teatro Corral de Comedias; organizo el Festival de Autos Sacraméntales FAUS; estoy especializado en realizar versiones de entremeses de Cervantes y Quevedo y en escribir piezas breves de carácter barroco (casi todo en verso) para acompañar algunos espectáculos de la compañía: como la Loa al Teatro Breve, Loa a los entremeses de Cervantes, Loa al Auto Sacramental La Hidalga del Valle de Calderón de la Barca, Loa al Carro de los Cómicos o la Mojiganga para el Auto Sacramental El labrador de la Mancha de Lope de Vega.

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