EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES. ANÉCDOTA QUINTA: LOS CORRALES DE COMEDIAS.

EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES.
ANÉCDOTA QUINTA.
Viernes 14 de mayo de 2021.
Hola amigos del blog Norton Teatro (nortonteatro.blog).

Yo soy Norton Palacio (Norton P.)

HEME AQUÍ EN UN ARTÍCULO DE LA TRIBUNA. INTERPRETANDO A LISARDO EN LA COMEDIA CASA CON DOS PUERTAS MALA ES DE GUARDAR DE DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA.

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EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES

ANÉCDOTA QUINTA. “HISTORIA DE UN CORRAL”

Hoy os voy a contar la historia de los Corrales de Comedias, los sitios donde se representaba el Teatro en el Siglo de Oro Español y que merece su entrada aparte. Porque, aunque parezca que todos sabemos cómo son, muchos no conocen cómo llegaron a convertirse en lo que fueron; cuál y cómo fue su origen, esplendor y caída. Para tal fin me voy a valer del extracto de una novela que estoy pergeñando. En la que a un actor colombiano que recala en La Mancha, para intentar convencerle de que puede vivir de su profesión en esos parajes, le cuentan esa historia (cualquier parecido con la realidad es pura y clara realidad)   

−¿No sabes qué es un Corral de Comedias?

−De oídas, tengo una ligera idea.

−Pues te lo voy a contar.

−A la caída del Imperio Romano, durante la parte más oscura de la Edad Media, el teatro había sido desterrado de las actividades sociales y artísticas en el mundo occidental; donde el cristianismo se había alzado con la hegemonía no solo religiosa sino política, económica y cultural. Ten en cuenta que las manifestaciones teatrales hasta entonces conocidas eran la griega y la romana: el teatro de los gentiles con toda su carga politeísta a cuestas. Más de diez siglos estuvo el hombre occidental sin acordarse de que había habido una expresión artística que se llamaba teatro; los textos conservados se encontraban custodiados en las bibliotecas que guardaban los mismos religiosos y los espacios de representación habían sido borrados por el paso del tiempo que los había cubierto o por la mano del hombre: experto en destrucción. Sin embargo, cuando el latín dejó de ser la lengua hablada en los territorios del antiguo imperio dando paso a un latín vulgar que luego se refundiría en las diversas lenguas romance o, en algunos casos, retomaría las lenguas anglosajonas; los religiosos se encontraron con el problema de la divulgación de la palabra de Dios. Las misas eran oficiadas en latín y los feligreses ya no lo entendían. Por eso tuvieron que hacer acopio de aquella manifestación que ellos mismos habían proscrito y empezaron a hacer pequeñas representaciones teatrales (ya la misa en sí lo es) en los altares de las iglesias para explicar las Escrituras. Al principio se hacían en fechas señaladas: nacimiento y muerte de Cristo, asunción de la Virgen, llegada de los Reyes Magos a Belén, etc. El primer inconveniente se presentó cuando tuvieron que encarnar ciertos personajes; ya que a los altares solo podían subir los sacerdotes y para representar a la virgen había que ponerle un manto a un cura con barba; lo que provocaba la risa de los feligreses. No obstante, el inconveniente se saldaba con ganancia, puesto que al saber que en la iglesia se ofrecía diversión, el número de feligreses aumentaba. Pero un nuevo perjuicio traía: las risas derivaron en actos más concupiscentes y menos religiosos, celebrándose actos tales como la Fiesta del Obispillo o La Misa del Asno. En la primera se nombraba a un niño de la localidad como obispo; ese día podía oficiar como tal y había que hacer caso de sus pueriles demandas. En la Misa del Asno, cada vez que el sacerdote terminaba una oración, en lugar de contestar con los consabidos amenes, los feligreses respondían con rebuznos; haciendo las delicias de todos. Después del concilio de Basilea en 1445 empezaron a prohibirse estas fiestas y con el de Trento se apagaron los últimos vestigios. Pero el pueblo ya se había acostumbrado a ver gentes representando y querían más. La institución de la festividad del Corpus Christi trajo consigo representaciones ahora fuera de las iglesias y la entrada a los elencos de vecinos laicos, con lo que el oficio del actor volvía a la palestra.

Con el tiempo, las representaciones empezaron a desgajarse de las fiestas religiosas y pasaron a instituirse pequeñas compañías teatrales que recorrían los caminos en sus carros de mulas. En llegando a un pueblo desataban los animales, desmontaban el zarzo y la plataforma del carro se utilizaba como tarima, le colgaban la manta del zarzo por detrás y ya tenían escenario y detrás un vestuario. Estas representaciones tenían dos inconvenientes: el primero, que al ser en las calles eran horadadas por ruidos de todas cosas: los mercados, los coches con ruedas de hierros, las gentes hablando de su hogaño; aunque peor inconveniente era la dificultad para cobrar por el acto mostrado. En cuanto los cómicos acababan y se quitaban los sombreros, las gentes empezaban a marcharse siendo pocos los que dejaban monedas en sus gorros. Miguel de Cervantes en el “prólogo a sus Ocho comedias y ocho entremeses nuevos”, describe como vio representar de esta guisa a la compañía de Lope de Rueda en Sevilla y entonces se enamoró del teatro. A pesar de ser considerado el creador de la más grande obra de la literatura universal y el inventor del género de novela moderna, la frustración del Manco de Lepanto residió en no haber llegado a ser un gran dramaturgo. 

Se cree, con tufo de justicia poética, que fue el mismo Lope de Rueda quien dio un nuevo paso en la institución de estos lugares de representación. Este paso consistió en alquilar el patio de una posada para entrar con el carro y montar la escena en ese corralón. Así, al quedar cerrado por los costados se prevenía bastante del ruido de la plaza y al tener una puerta se podía cobrar una entrada para ver la representación. Renacía la profesionalización del teatro y el bosquejo del primer Corral de Comedias. El siguiente avance parece que vino de la mano de los dueños de las posadas: decidieron que era un buen negocio acomodar sus patios (corralas) de manera que tuvieran espacio para estas representaciones −ya sin carro− y alquilarlos a las compañías que trashumaban. En las imágenes vemos algunos ejemplos de patios prefigurando corrales.

Sobre 1587 se tienen noticia de los primeros Corrales de Comedias. La estructura quedaría de la siguiente manera: de los cuatro costados del patio, el principal debía ser donde tendría espacio el escenario que sería el lado de la casa del posadero: su fachada con varias puertas y balcones era la más adornada del tal corral. Además, justo debajo de sí estaba el establo; un hueco en el mismo suelo cubierto con unos maderos, esto creaba una caja de resonancia y añadía ayuda de costa, pues las voces de los actores al pararse allí tenían mejor proyección. En los costados laterales estaban los pasillos que daban a las habitaciones que el dueño de la posada arrendaba: allí y en el patio se dispondría al público de acuerdo con su clase y condición. El negocio tuvo bastante éxito puesto que fue el primer sitio de ocio donde pudieron estar juntos (aunque no revueltos) hombres y mujeres; gentes de todos estratos sociales. Todo, claro, después de pasar por diferentes vericuetos político−religiosos ya que desde su principio estos sitios estuvieron en la mira de los censores eclesiásticos y los legisladores. El ansia del ser humano que, aun sin saberlo, anhela el arte −con sus constituyentes imaginativos y tejedores de ficciones− como respirar, pudo más que los impedimentos legales o morales. Finalmente, se construyeron exprofeso para representaciones teatrales los denominados Corrales de Comedias: su nombre le venía por un lado de los patios donde se habían originado y, por otro, de que en aquel tiempo se le llamaba comedia a cualquier obra de teatro profana: ya fuera drama, tragedia o comedia propiamente dicha. 

La arquitectura final se salvó con una disposición determinada no solo por lo escénico, también por condicionamientos socioeconómicos y religiosos: el Escenario, se elevó a una altura considerable ya que los hombres verían las representaciones de pie. La otrora fachada de la casa del posadero, ahora convertida en Escena fija, (escenografía) constaba de tres pisos, con tres puertas en cada piso y tres balcones en el segundo y tercero −nueve huecos en total que emulaban en número los que tenían los retablos barrocos de las iglesias− alrededor de esa fachada se desplegaba un cúmulo de corredores a izquierda, derecha y en frente que flanqueaban (acorralaban) el patio. En el primer corredor de enfrente, además de estar una de las entradas, se situaban las Alojerías, bautizadas así porque se vendía allí una bebida refrescante llamada aloja; en el segundo, veían las funciones las mujeres (era prohibición que hombres y mujeres que no fueran de una misma familia pudieran estar juntos en lugares públicos: para evitar perder tiempo separando familias se decidió separar géneros) como vestían con aquellos trajes de amplias faldas, faldones, sayas, barquillas, enaguas, mantos, etc.; estarían apretujadas en aquel sitio y debían sudar mucho por lo que a ese espacio se llamó Cazuela de las Mujeres. En el segundo corredor se situaba la Tertulia así nombrada porque allí se sentaban los clérigos, prelados y otras autoridades a comentar el espectáculo y a velar por la buena honra de los mostrado. Los corredores laterales del primer y segundo piso se cerraban con celosías y se dividían en espacios a los que se llamaba Aposentos (la celosía permitía a sus ocupantes ver sin ser vistos), estos eran comprados o alquilados para toda una temporada por las familias nobles o las incipientes burguesas: cuanto más cerca del escenario mayor era su coste. Había Aposentos incluso en los dos lados que cerraban el escenario y que en los corrales de Madrid eran ocupados por la familia real.  En el patio veían las funciones los hombres y, porque en aquella época el mosquete era el arma más llevada por ellos, se llamó a éste: Patio de los Mosqueteros. Finalmente, en los corredores bajos, a izquierda y derecha del patio, se disponían Gradas donde solían sentarse los artesanos, los que podían permitírselo ya que para sentarse había que pagar otra cantidad. Esta disposición era parecida a la que adquirieron los teatros isabelinos en Inglaterra, aunque aquellos tenían forma de polígono, mientras que éstos eran rectangulares. La misma arquitectura se exporto a los Corrales de los Virreinatos de la América Hispana. Su éxito fue abrumador durante los siglos XVII (el monarca que más los apoyó y visitó fue Felipe IV, aunque de eso hablaremos la próxima semana) y XVIII. Después sobrevino su declive debido a prohibiciones de todo tipo: denuncias de los religiosos; lutos por muertes en la familia real; cierres temporales debido a riñas en su interior; peligrosidad por incendios −la madera y la argamasa con que estaban construidos ardían con facilidad−; la llegada de arquitectos y compañías italianas que construían teatros privados en los palacios de los nobles y las denuncias por insalubridad. Puesto que si has seguido mi relato con atención habrás notado que nunca se dijo que tuvieran retretes y las gentes, cuando no podían aguantar más sus ansias, descargaban en cualquier rincón del corral. En las imágenes: diferentes vistas de los Corrales de Comedias y en especial el de Almagro, el único que queda hoy día con la estructura original.

Finalmente, se decretó su prohibición total por Felipe V a finales del siglo XVIII. Muchos corrales se reconvirtieron en teatros a la italiana, otros se derruyeron y algunos se destinaron a otros usos, principalmente mesones o posadas. Este fue el caso del Corral de Comedias de Almagro. Del que también hablaremos más de una vez.

Nos vemos la próxima semana.

Publicado por nortonteatro

Soy Actor, dramaturgo, docente de teatro, filólogo, y doctor en investigación literaria y teatral con una tesis doctoral titulada: El teatro de Quevedo (una aproximación pragmática). Fui miembro fundador de la Compañía Corrales de Comedias Teatro en 1994 y he trabajado con ésta en el corral de Comedias de Almagro por más de 25 años; pertenezco al comité artístico de la Fundación Teatro Corral de Comedias; organizo el Festival de Autos Sacraméntales FAUS; estoy especializado en realizar versiones de entremeses de Cervantes y Quevedo y en escribir piezas breves de carácter barroco (casi todo en verso) para acompañar algunos espectáculos de la compañía: como la Loa al Teatro Breve, Loa a los entremeses de Cervantes, Loa al Auto Sacramental La Hidalga del Valle de Calderón de la Barca, Loa al Carro de los Cómicos o la Mojiganga para el Auto Sacramental El labrador de la Mancha de Lope de Vega.

4 comentarios sobre “EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES. ANÉCDOTA QUINTA: LOS CORRALES DE COMEDIAS.

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