EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES. ANÉCDOTA CUARTA. “EL BARRIO DE LAS LETRAS: INMOBILIARIA S.A.” PARTE SEGUNDA

EL MENTIDERO DE LOS COMEDIANTES

ANÉCDOTA CUARTA

Viernes 7 de mayo 2021

Hola amigos del blog nortonteatro (nortonteatro. blog)

Yo soy Norton Palacio (norton p)

EL BARRIO DE LAS LETRAS
INMOBLIARIA S. A.

PARTE SEGUNDA.
Lo prometido es deuda y aquí estamos con la segunda parte de este anecdotario, lleno de
cuestiones inmobiliarias como los casos ya expuestos de Miguel de cervantes y Lope de Vega que deben estar soliviantándose en sus tumbas (sus moradas últimas) al saber cómo han sido trastocados los nombres de las calles donde descansan −nunca mejor dicho: el enemigo en casa−.

Pero, como aseguré: hay más. Voy a dejar para el final el caso de Quevedo Y Góngora pues es el más apetecible por su encarnizada guerra poética y ¡oh sorpresa! trasladada a asunto inmobiliario.
En primer lugar voy a hablar de la casa de Pedro Calderón de la Barca en el mismo Barrio. Resulta que el grandísimo dramaturgo conocido por obras como La vida es sueño, El príncipe constante o El gran teatro del mundo, había vivido en una casa sita en el número 61 de la Calle Mayor y que en su momento se llamaba Calle de las Platerías, manzana 175. Allí vivió mas de veinte años, hasta su muerte el 25 de mayo de 1681; fue enterrado dos días después en una iglesia de esa misma calle, siguiendo las indicaciones de su testamento:
“Ser enterrado en la parroquial iglesia de
San Salvador de esta Villa. Será mi
sepultura la bóveda de la capilla con el
antiguo nombre de San José que está a
los pies de la iglesia. Aquí habrá
prevenida otra caja sin más adornos que
una bayeta en que será sepultado mi
cadaver.”
Calderón, conocido por su vida serena hasta en el momento de testar −lo que no lo exime de algún entuerto riesgoso digno de contar y que será relatado en otra entrada de esta sección− fue sepultado donde pidió por escrito. Pero, más paradojas inmobiliarias, fue cambiado de sepultura hasta en seis ocasiones y, hoy en día, sus restos se encuentran en paradero desconocido. Este trasiego de sepulcros también era costumbre en el Siglo de Oro, pues a veces algún templo que estaba en mal estado era derribado; entonces había que cargar con las sepulturas, sobre todo de los personajes ilustres: lo que pasó con Cervantes y Lope de Vega; otra vez paralelos en mudanzas.
El caso es que 176 años después, la casa en la que había muerto Calderón también iba a ser demolida por el peligro que suponía su mal estado. En 1859 había cambiado de dueño y el nuevo propietario había obtenido permisos del Ayuntamiento para derribarla y construir un edificio más moderno. Los obreros encargados de la demolición llegaron con martillos y piquetas para empezar su trabajo, sin sospechar que en el portal los estaba esperando el también autor y divulgador del costumbrismo madrileño: Ramón de Mesonero Romanos con su bastón en ristre y a gritos y bastonazos se enfrentó a ellos hasta obligarlos a huir a toda prisa.
Mesonero Romanos sin alejarse del inmueble, donde hizo guardia toda la noche, envió mensajes al Ayuntamiento, consignas a la población de Madrid y hasta a la Reina Isabel II. El hecho se hizo eco en los periódicos y en los
distintos estamentos oficiales a los que había apelado y se consiguió la suspensión de la
demolición.

Al propietario −negociante inmobiliario donde los haya− se le compensó con el
apuntalado de los cimientos y paredes originales por la administración y se le concedió el permiso para construir dos pisos más sobre los dos originales con el mismo diseño.
Así llegó la casa hasta nuestros días. Mesonero Romanos también
consiguió del ayuntamiento una placa conmemorativa que aún hoy
podemos ver.


Y ahora sí vamos con la anécdota inmobiliaria por antonomasia entre dos de los más grandes autores de la época aurea: Quevedo y Góngora. Su enfrentamiento literario
empieza cuando Góngora publicó Soledades. Un poemario con el estilo que luego dio en llamarse “culterano”, puesto que utilizaba recursos retóricos rebuscados como hipérbatos imposibles, perturbaciones sintácticas de difícil traducción, metáforas desplazadas hasta segundos y terceros grados, hipérboles, contrastes, claroscuros, latinismos y cultismos; que lo convirtieron en uno de los poetas más famosos, pero más difíciles de entender. Cuando la escribió, Góngora la hizo circular por la Corte con otro escrito titulado “Advertencias
para enseñar a leer estos versos”. Muchos poetas cortesanos se sintieron humillados al creer que los estaba llamando ignorantes; además dedicó sus Soledades al duque de Sessa, que era el mecenas de Lope de Vega, con lo que enfureció más a toda la pléyade de escritores cercanos al Fénix y sobre todo a Quevedo; y de ahí empezaron a escribirse
versos injuriosos uno contra otro. Los más conocidos son aquellos en los que Quevedo llama judío a Góngora −que al parecer sí que tenía esa herencia tan mal vista en
la España de aquella época−. Así lo insultaba por su gran nariz (típico
de la apariencia judía) con
“érase un hombre a una nariz pegado”
O con la prohibición religiosa de comer carne de cerdo:
“Yo te untaré mis obras con tocino
Para que no las muerdas Gongorilla”
Góngora contraatacaba llamándole cojo, borracho y aficionado al
juego. Así lo llamaba:
“Anacreonte español”
Que, aunque por la grandilocuencia del nombre pareciera una alabanza, refería al creador del tipo de poemas llamados «anacreónticas» y que elogiaban la vida disipada y el buen vino, con lo que «Anacreonte» se convirtió en metáfora de «borracho». También lo llamaba «Quebebo» y otras lindezas que no requieren explicación. Las mejores justas poéticas y las más conocidas las realizaron en la época en que la Corte española se había trasladado a Valladolid, entre 1601 y 1606. Pero al volver a Madrid siguieron con su inquina hasta el final de sus días. Pues en un epitafio a la muerte de Góngora, Quevedo siente lástima del Diablo por tener que soportarlo en el Infierno.
“Fuese con Satanás culto y pelado:
¡mirad si Satanás es desdichado!”


Resulta que Góngora, a pesar de ser un autor respetado y laureado no lograba vivir de su escritura; apenas se editaba su poesía y no tenía mecenas ninguno. En aquella época pocos autores vivían de sus creaciones. Si no habían nacido con posibles, malvivían en casas de alquiler, esperando que algún noble se convirtiera en su protector. Se cree que Góngora sucumbió al llamado del Barrio de las Letras para intentar vivir del teatro; de hecho, escribió una obra titulada: Las firmezas de Isabela, pero no tuvo ningún éxito.
Mientras que Lope de Vega sí vivía de sus comedias y Quevedo había heredado bienes y títulos familiares como el Señorío de la Torre de Juan Abad, por lo que no le importaba mucho publicar; Cervantes, por su parte, vivió un poco holgado sus últimos días gracias a su Quijote, pero tampoco llegó a tener casa en propiedad.
Góngora vivia de alquiler en una casa en la entonces Traviesa de la Calle del Niño. su propietaria era doña María de la Paz. ¿Queréis creer que Quevedo compró esa propiedad a su dueña? Y se sabe que Góngora fue desahuciado de la casa el 18 de noviembre de 1625. ¿Compró Quevedo la casa para desahuciar a su enemigo por pura maldad? No lo sabemos con absoluta certeza, pero en un sátira que escribió contra Góngora parece no dejar lugar a dudas:
“Alguacil del Parnaso, Gongorilla
Pues vives de las décimas que haces
Y en los conventos pasces
Gorra de otra capilla en la capilla”.
En estos versos, que constituyen el comienzo de la sátira, ya lo está llamando pobre y gorrón. Y al final es cuando habla del desahucio.
“Y págalo Quevedo
Porque compró la casa en que vivías,
Molde de hacer arpías;
Y me ha certificado el pobre cojo
Que de tu habitación quedó de modo
La casa y barrio todo
Hediendo a Polifemos estantíos,
Coturnos tenebrosos y sombríos,
Y con tufo tan vil de Soledades,
Que para perfumarla y desengongorarla
De vapores tan crasos,
Quemó como pastillas Garcilasos.”
Pues para que a la anécdota no le falte desperdicio ninguno; sucede que aunque se cree que Quevedo nunca llegó a vivir en aquella casa, se rebautizó la calle en que estaba con el nombre de su propietario y no con el de su habitante: Calle de Quevedo.

COMO SE VE EN LA PLACA CONMEMORATIVA, SE DICE QUE ERA LA CASA PROPIA DE QUEVEDO, PERO NO QUE ALLÍ VIVIÓ

Ay, los líos del callejero y de las
inmobiliarias!
Nos vemos la próxima semana con nuevas anécdotas.

Publicado por nortonteatro

Soy Actor, dramaturgo, docente de teatro, filólogo, y doctor en investigación literaria y teatral con una tesis doctoral titulada: El teatro de Quevedo (una aproximación pragmática). Fui miembro fundador de la Compañía Corrales de Comedias Teatro en 1994 y he trabajado con ésta en el corral de Comedias de Almagro por más de 25 años; pertenezco al comité artístico de la Fundación Teatro Corral de Comedias; organizo el Festival de Autos Sacraméntales FAUS; estoy especializado en realizar versiones de entremeses de Cervantes y Quevedo y en escribir piezas breves de carácter barroco (casi todo en verso) para acompañar algunos espectáculos de la compañía: como la Loa al Teatro Breve, Loa a los entremeses de Cervantes, Loa al Auto Sacramental La Hidalga del Valle de Calderón de la Barca, Loa al Carro de los Cómicos o la Mojiganga para el Auto Sacramental El labrador de la Mancha de Lope de Vega.

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